miércoles, 21 de agosto de 2019


La historia de Ornella Pellizzari, la surfista de bronce que lucha contra el machismo
La marplatense, de 32 años, acaba de subir al podio en los Panamericanos y se ilusiona con clasificar para Tokio 2020. Habla de su militancia en el movimiento #NiUnaMenos y de su pelea contra las diferencias de género en el deporte.
 "Estoy haciendo lo que me dio el universo". Ornella Pellizzari es la mejor surfista de Argentina y fue medalla de bronce en los primeros Juegos Panamericanos del surf. (Foto: Maxi Failla)
 Se levanta antes de que salga el sol. Agarra la bicicleta y pedalea los 13 kilómetros que separan el pueblo Tecomán de Boca de Pascuales, la localidad de apenas 101 habitantes que eligió para surfear tras colgarse la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos. "Me vine a México a encontrar el gran tubo. Y a disfrutar también porque estuve esperándolo un montón después de la preparación para Lima", cuenta del otro lado del teléfono la argentina Ornella Pellizzari.
Es tiempo de descanso: en esas aguas del Pacífico solo se puede surfear desde el amanecer hasta las 13. Por eso, las tardes las dedica a subirse a la bici y entrenar de cara a los ISA World Surfing Games 2019, que se celebrarán del 7 al 15 de septiembre en la playa de Kisakihama, en Miyazaki, situada en el sur de la isla japonesa de Kyusu. "No son olas como las de Japón pero estoy entrenando un montón mis pulmones y mi remada porque estas olas exigen destreza y desafío personal", le explica a Clarín.
Es que el surf será por primera vez olímpico y ella, que lo practica desde los 11 años y ya tiene 32, vivió en Perú un trato distinto: "Fue una semana en la que nos trataron como atletas profesionales por primera vez. Estuvimos en una Villa donde nos cuidaban y éramos protagonistas. Es un privilegio estar en este momento en el que el surfing está creciendo tanto. Y yo cumplí un sueño al llevarme la medalla", comenta.
 
#NiUnaMenos. La tabla que usó Ornella Pellizzari en los Juegos Panamericanos de Lima. (Foto: Maxi Failla)
"He ido a varias marchas. Pienso en Ambar. Es como mi hija, no me la toca nadie, doy la vida", resalta. Y analiza lo que para ella representa esa lucha contra la violencia de género: "Es algo más global para mí. Es que haya respeto mutuo. Que la gente sea gente y no basura. Apunto a que haya respeto, justicia y equidad. Y el derecho natural a hacer lo que queramos sin hacerle daño a nadie. Ser y dejar ser. Rebelarse a cosas que nos enseñaron y que están mal. No todo lo que heredamos está bueno"."Es por esas mujeres -agrega- que se quedan en la casa y hacen lo que antiguamente se decía que tenían que hacer: limpiar y cocinar. Mi familia me apoyó totalmente y desde muy chica me dio libertades pero no todas tuvieron la misma suerte. Y creo que cuando alguien es un ícono del deporte y es mujer tiene más voz y hay que hacerse escuchar".

Su otra lucha es la de enfrentar desde adentro al machismo en el deporte. Y cuenta el caso de una marca para la que corrió diez años: "Me dijeron que el presupuesto era chico. Y mis resultados no les importaban, pese a que yo tenía diez títulos nacionales y un rider sin un título ganaba tres veces más que yoMe sentía desvalorada, buscaban modelos o gente de la farándula para vender. Hasta que me di cuenta de que me estaba trabando y cuando me fui me saqué el peso y la presión".
Luego, menciona a otra que la rechazó porque no cumplía con el requisito de tener 10 mil seguidores en redes sociales, una exigencia que se volvió común en los últimos años. "El mundo es puro marketing y no hay mucha gente que sepa valorar lo bueno. Está bien que vendan pero el mundo se está distorsionando mucho, todos se venden por plata. Y lo más importante es la vida, hacer lo que te gusta y mantener tus valores de ser una buena persona. Si no las respetás, a mí no me vas a mover un pelo", dice.
Por eso, señala, solo se quedó con las marcas donde se siente "parte de la familia" y "bancaron en las malas", como Latin Mafia, Flip Clip o Pura.  Y explica que en el surf las empresas "te ponen objetivos por invertir cierta plata en vos", aunque a otras si sos mujer no les importa tanto el resultado. "Te piden que te saques la foto, que seas modelo. Además de ser top 5 o 10, tenés que ser linda y rubia. Todo el combo. Es injusto. Por eso yo era un poco la oveja negra de las marcas para las que corría", se queja sobre ese estereotipo que todavía guía a ciertos empresarios.
El pago también es distinto. "No hay igualdad en la premiación: en las mujeres es el 50% del de los hombres. Y hace dos años era todavía mucho menos. Cuando era chica, incluso, el concurso de la mejor cola pagaba más que la categoría Open damas. Y encima la situación era retrógrada: los hombres eran animales gritándoles a las mujeres. Y es algo que planteó el mismo hombre que hizo que el surfing sea olímpico", critica. Y aclara que para realizar el circuito mundial "hay que gastar al menos 60 mil dólares al año" y uno de sus auspiciantes le aportaba "menos que un salario básico". 
Por eso, para solventar su pasión, su vida la divide entre el surf y su trabajo como guardavidas. Le costó aceptar el consejo familiar de seguir los pasos de papá -que se jubiló hace dos años- y de su hermana, con la que comparte la torre 5 del sector sur de la playa Acantilados desde hace dos temporadas.
"Estaba negada porque el curso de guardavidas me significaba un año entero de quedarme en Argentina. Fue una cuestión de ego, de pendeja, de vos sos guardavidas (por su padre) y yo soy surfista. Pero le agradezco que me hayan presionado porque el surf no es para toda la vida. Además, tuve una etapa frustrante en la que no conseguía los resultados que las marcas me pedían, yo sabia que el talento lo tenía pero los resultados vienen con el tiempo y también con el factor suerte", recuerda quien se recibió hace cuatro años y está en la playa desde hace dos.
Ese tiempo que pasa como guardavidas en Mar del Plata la ayuda también con el surf. "Cinco meses al año miro a la gente y también a las olas. Competir no es solo surfear. Es jugar tus cartas en 20 minutos y si estudiaste el mar sabés cuántas olas vienen. Por suerte, heredé lo marino de mi viejo y observo el mar desde muy chica. Además, me siento en mi medio, haciendo lo que realmente nací para hacer. No me veo en una oficina sentada, en mi cuerpo tengo hormonas luchadoras, me siento un pececito", señala.

Con el bronce. "Toda la vida fue una lucha. Pero me encanta. Me ha enseñado un montón. Si hubiese nacido en otro país, la habría tenido más fácil pero todo eso me hizo quien soy", cuenta Pellizzari. (Foto: Maxi Failla)
En Mar del Plata, sin embargo, ha vivido momentos de tensión también, tan alejados al espíritu surfer que la enamora cada día. "He tenido varios rescates", cuenta sobre su labor como guardavidas. Al tiempo que comparte que en el verano pasado participó de las marchas del Sindicato de Guardavidas y Afines y la Unión de Guardavidas Agremiados (UGA) por un aumento salarial y que a su hermana "se la llevaron presa al voleo y la tuvieron desde la mañana hasta las nueve de la noche".
Pero cada sacrificio y cada lucha cobran sentido cuando está en el mar. "En el surfing tenés que combinar talento, fuerza física y mental, estrategia y mucha actitud para nunca achicarte. Vas a la guerra y no podés parpadear para no regalar nada y no dejarles dudas a los jueces en esos 20 minutos Sos un gladiador con una tablita", resume sobre esa pasión que eligió cuando era chica y revalida cada vez que agarra la tabla y busca esa ola hueca para hacer el tubo de su vida.


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